PRELATURA DE ILLAPEL -Región de Coquimbo, CHILE-

Ser pacientes y valientes

Sección: Recursos Pastorales

Autor: Jorge A. Blanco

Departamento de Audiovisuales Editorial SAN PABLO

 

 

En tiempos acelerados como los que vivimos, se hace más que necesario cultivar virtudes como la paciencia. Tanto el vértigo con el que solemos desarrollar nuestras actividades educativas, laborales, familiares, religiosas, como nuestra natural impaciencia por querer administrar el control y los tiempos de nuestra existencia (sobre todo, cuando se trata de procesos temporales o de finales con resultados impredecibles) nos demuestran la necesidad de ser pacientes y enfrentar con valentía las vicisitudes y los desafíos que la vida nos plantea.

Una fábula del célebre artista Leonardo Da Vinci puede ayudarnos a continuar reflexionando sobre esto a través de la recreación de una instancia de la propia naturaleza:

Para leer:

Quieto sobre una hoja, el gusano miraba alrededor: quien saltaba, quien cantaba, quien corría, quien volaba… Todos los insectos estaban en continuo movimiento.

Solamente él, pobrecito, estaba sin voz, no corría ni volaba.

Todos los insectos estaban en continuo movimiento. Solamente él estaba sin voz, no corría y no volaba.

Sin embargo, no envidiaba a ninguno. Sabía que era un gusano, y que los gusanos deben aprender a hilar una baba fina para tejer su casa.

“A cada uno su destino”, pensaba. Por lo tanto, con mucho empeño, emprendió su trabajo. En pocos momentos, se encontró envuelto en un cálido albergue de seda, aislado del resto del mundo.

¿Y ahora?, se preguntó, ¿qué sucederá?

“Ahora quédate quieto y espera”, le respondió una voz. Todavía un poco de paciencia, y verás…

En el momento justo, el gusano se despertó. Ya no era más un gusano. Salió fuera del capullo con dos alas bellísimas, pintadas de vivos colores, y enseguida se elevó alto en el cielo.

Se había transformado en mariposa y poseía libertad para volar.

                                                         (De Fábulas, de Leonardo Da Vinci)

 

Para la reflexión personal y grupal:

-Repetir la lectura del texto e indicar aquello que nos haya llamado la atención.

-Tratemos de imaginarnos al personaje central del cuento: ¿quién era, cómo era, qué mirada tenía, etcétera?

-¿Cómo se sentía el gusano de esta fábula respecto del resto de los que estaban a su alrededor? ¿Qué veía y destacaba en cada uno de ellos? ¿Por qué?

-Ante esa situación, ¿qué reflexión hizo el personaje de esta historia de acuerdo con su destino? ¿Coincidimos con él?

-Según lo que nos cuenta la fábula, ¿se quedó encerrado e inactivo entre sus lamentos? ¿O hizo otra cosa? ¿Cuál y por qué?

-¿De quién pensamos que era esa voz que le habló y lo invitó a ser paciente y continuar adelante?

-Reflexionar acerca del final de esta historia: ¿Qué le sucedió al despertar a aquel gusano? ¿En qué suponemos que radicó ese desenlace? ¿Qué debió haber ocurrido para que ello aconteciera?

-¿Consideramos paciente y valiente al protagonista de la historia? ¿Por qué?

-Señalemos las enseñanzas que nos puede haber dejado esta fábula para nuestra vida personal y grupal cotidiana.

-Definamos con nuestras palabras qué entendemos por ser pacientes y por ser valientes. Preguntémonos qué valor tienen estas virtudes en la actualidad y qué otras virtudes son necesarias o fundamentales para afrontar los problemas que, comúnmente, nos desafían a diario.

 

Para profundizar la reflexión:

Las virtudes no nacen con el ser humano, pero están siempre a su alcance. Depende de él practicarlas hasta convertirlas en hábito y perfeccionarlas.

La valentía y la paciencia son virtudes, deben cultivarse a través del hábito y la conducta y ponerse a prueba en las circunstancias reales de la vida. La paciencia es la virtud de quien habita en el presente (no en el instante, que es fugaz, sin raíces y sin frutos), es decir que sigue, sin forzarlo, el curso del tiempo y de los hechos. Es la virtud de quien acepta los procesos y no se obsesiona por los resultados, del que sabe que a toda cosecha preceden una siembra y una germinación. El filósofo francés André Comte-Sponville la define con enorme sensibilidad: "Consiste en hacer lo que depende de nosotros para alcanzar en las mejores condiciones lo que no depende de nosotros".

La valentía, a su vez, no proviene de la testosterona (como se la presenta en su versión más elemental y rudimentaria), sino de la misma fuente que la paciencia. Se necesita de ella menos para peleas absurdas o para lanzarse a riesgos irresponsables que para afrontar las circunstancias inciertas, fatigosas y dolorosas que la vida propone cíclicamente a manera de preguntas existenciales. La verdadera valentía proviene del corazón y sostiene desde bambalinas a otras virtudes que, sin su sostén, tambalearían. De hecho, hay un punto de fusión entre la paciencia y la valentía. A menudo, se requiere un enorme coraje para ejercer la virtud de la paciencia, sobre todo, en un mundo que cultiva como falsas virtudes a la inmediatez y a la fugacidad, y solo cosecha de ellas ansiedad e insatisfacción.  muchos actos de valentía lo son porque, antes de emerger, se han macerado suficientemente en las quietas aguas de la paciencia.

 

(Sergio Sinay,  fragmentos de su artículo en La Nación Revista, http://www.lanacion.com.ar/edicion-impresa/suplementos/revista, 5 de enero de 2014)

 

Para rezar:

Padre bueno,

el apóstol Santiago nos dice

que tengamos paciencia y nos mantengamos firmes.

Nos cuesta tanto tener paciencia con los demás,

nos cuesta tanto tener paciencia con nosotros mismos.

Necesitamos paz, mucha paz,

no solo a nuestro alrededor,

sino también en nuestro corazón.

Te pedimos perdón

porque también tenemos poca paciencia contigo,

somos tan exigentes; queremos que nuestras oraciones

sean escuchadas en el acto.

Somos tan intolerantes e intransigentes con los demás,

cuando no cumplen con nuestros deseos…

Danos un espíritu magnánimo

y amplitud de miras.

Haz de nosotros campesinos pacientes

que sepan aguadar las temporadas de lluvias.

Amén.

 

(Adaptación de la oración de Fr Pablo Renders en Orar en familia, Ediciones Paulinas, 1991)

 

 

 

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         SALAMANCA en lo alto del Valle del Choapa... muy cerca del cielo